Hay recitales y recitales.
El de ayer fue de esos que no se van a olvidar, no
se puede. Formaba parte de nuestro proyecto Para que no te olvides del
poema y que pretende hacer llegar la poesía a los más mayores, ya sea en
centros de día, residencias o en sus domicilios, como ayer ocurrió.
Ya se sabe que los mayores son seres entrañables
que, de algún modo, vuelven a la niñez con los años y, lo que es más
maravilloso, son personas muy agradecidas cuya propia soledad les hace ser así;
de modo que en cuanto se les da un poco de compañía, en seguida lo agradecen con
sus ojos vidriosos y felices. Además, aunque no oigan mucho, saben escuchar, y
aunque no entiendan del todo el poema, siempre se quedan con algo, con una
parte, que les hace jóvenes en un segundo y los traslada lejos de las arrugas.
Ayer, sinceramente, creo que en muchos momentos, aquellas cuatro maravillosas
mujeres resultaron más jóvenes que nosotros.
Para ir asesorado, por la mañana llamé a mi
abuela. A ellos llevo años dedicándoles mi particular Para que no te olvides
del poema y mi abuela, que es de armas tomar y sincera como ninguna, cuando
le leo mis poemas de ahora, los que no riman ni tienen medida exacta ni nada de
eso, siempre me dice: “A mí léeme poesías... pero poesías de esas de verdad, de
las que riman, no de las otras...”. Así que ayer, cuando hablé con ella y le
dije que iba a dar un recital junto a mis compañeras poetas de Poekas, Elena
Moratalla y Beatriz Jiménez, me dijo: “Muy bien, pero tú léele poemas de los que
hacen llorar, de los que hacías al principio hijo mío... que esos que haces
ahora son muy raros y no los entendemos...”. Y tenía toda la razón del mundo,
llevé poemas de los antiguos, de los que tengo dedicados a mis propios abuelos y
algunos clásicos de Lope, Bécquer o Quevedo. Elena y Beatriz pensaron igual,
también acudieron con poemas de los que tienen dedicados a sus familiares o
aquellos que por el tema o la rima o la medida podrían interesar a las cuatro
señoras, muy amables, que nos recibieron muy contentas desde el principio y
alabando mucho la labor de nuestro proyecto.
Tomamos algo, nos contaron algunas anécdotas de
sus vidas, especialmente aquellas a cuyo recuerdo les habían llevado los poemas
recién leídos, pues de algún modo la poesía es también alfombra que te alza
mágicamente y te lleva al pasado para poder verlo con la memoria del presente. Y
aunque las cuatro estuvieron muy receptivas, llamó especial atención Merce quien
recitó de memoria un poema de Gabriel y Galán y luego nos sorprendió con algunos
de los suyos propios. En concreto con uno que nos hizo llorar y que nos acabó
regalando. Es de esos poemas mágicos, que parecen un clásico de la poesía y no
quería pasar la ocasión de compartirlo con todos pues la voz de Merce es la voz
de muchas personas mayores que escriben desde la soledad y que encuentran en el
poema la compañía que, a veces, echan de menos. Se titula La Vejez y dice
así:
Cuando seamos viejos
caminaremos juntos de la mano.
Cuando seamos viejos
recordaremos nuestro pasado.
Cuando seamos viejos
al acariciarnos sentiremos
el temblor de nuestras manos.
Cuando seamos viejos
viviremos la tristeza
de ser separados.
Cuando seamos viejos
las lágrimas serán
las que besen nuestros labios.
Escribirlo y recordarlo teniendo aún reciente el
timbre de su voz todavía me emociona. Nos contó cantidad de cosas. Llegó un
punto en que le dijimos que debería ser ella quien nos visitara a nosotros para
hacernos compañía. Fue curiosa la historia de cómo de pequeña, cuando su madre
la mandaba a coser los calcetines, se escaqueaba y se iba a escribir sus
poesías. Una mujer magnífica, sin duda, como todas las demás.
El caso es que salimos realmente felices de la
reunión; por mi parte, una experiencia única que no voy a poder olvidar; se
leyeron también algunos poemas de Cristina Santa Ana que gustaron mucho. Nos
colmaron de besos y muestras de agradecimiento al marcharnos y salimos a la
calle, no sólo con la sensación de haber hecho una buena labor social sino con
la sensación de habernos visto colmados por ella, como si el acompañamiento lo
hubiéramos recibido nosotros.
Autor: Pedro J. Morillas
2 comentarios:
Una tarde sensacional de poesía y recuerdos, inolvidable. Muchas gracias POEKAS, en nombre de Merce, Consuelo, Ascensión y Faustina. Un abrazo, Esther y Rafa
Enhorabueba, compañeros. Aún tengo la piel de gallina. Las palabras de Pedro han traído a mi memoris a mi abuela Jacinta (sí, la que me daba de merendar pan con chocolate) y me hubiera gustado tenerla por aquí para ofrecerle una tarde de recitales y poemas. Un beso.
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