Los versos de Caro fluyen enlazados mágicamente por el aula del Centro Cultural Paco Rabal, encontrando ese lugar poético que nos calma y nos acerca a los recuerdos de un patio manchego, una chimenea a la que importa más mirar su fuego, que el verso que pudiese escapar de sus leños.
Se sorprende el poeta de ser poeta y seguir aprendiendo lo
que no sabía para serlo. Se sorprende de que las palabras le busquen, de que el
poema pueda destruir la verdad. De “El
oficio del hombre que respira”, título de su último poemario, se desprende amar
la vida, resistir tanta noche sin ti, aquello que su mano sabe prestar al verso
recibido por la sangre de los suyos. Y nosotros, escuchadores de su verso,
formamos ya también parte del poeta Francisco Caro, desde esta misma
tarde.
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