19 de enero de 2010

Felix Grande, espléndido entre coplas



Preparadas para escuchar sus versos, mi amiga y yo llegamos al centro de Madrid, cercano a la Gran Vía, el Hogar de Ávila.
Después de la luminosa presentación que Teo Rubio le dedica, adornada con versos que son sendero hacia el poeta, Félix Grande se acerca a nosotros con su voz fuerte, sostenida y nos cuenta sus últimos infortunios, como lo hace un amigo desahogando sus desventuras cotidianas, pero con el rigor de su presencia que todo lo llena.


El saloncito donde Teo nos cita a las veladas de esta tertulia, llamada Orillas de Ávila es pequeño y caluroso, sin embargo, el tiempo se ha parado, nadie mira el reloj después de más de una hora escuchando a un Gran Maestro de la Poesía. Nos cuenta anécdotas, pequeñas historias dentro de las interesantes historias de los poetas, en cuyos versos nos hemos criado. Las sombras de Machado, Bécquer, Blas de Otero, José Hierro... pero también, y especialmente, nos acompañan los versos populares y la certeza de todos aquellos poetas nunca conocidos, que desgranaron sus inquietudes en coplas, la copla flamenca, de la que tanto entiende Félix Grande.
Se hace el silencio entre los escasos versos que componen algunos ejemplos que nos cita:
Mira que soy desgrasiao
que estoy deseando morir
solo pa tener techao
¿Quién ha podido superar en sólo 24 sílabas esta confesión poética de la condición humana, dentro del género "Poesía social"?
Lo expresa con perfección el poeta que nos enseña esta tarde a quitarnos el sombrero ante tanta creatividad inesperada y certera: "el nutriente fundamental de toda creación es el dolor".
Menos mal que no nos dejó marchar con el dolor, en este caso, de no regalarnos un poema suyo propio. Y así nos despidió, con el soneto dirigido a su esposa Francisca Aguirre, donde declara que, por fin, ahora comprende el amor.
Culmina el encuentro como siempre en estas veladas poéticas: los versos se mojan en vino, para seguir conversando y compartiendo emociones. Es la recompensa en el paladar de lo que acabamos de digerir con el sensor del espíritu.

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