Silvia era amiga de la amiga de mi amiga y ahora es mi poeta preferida.
Acudí a la presentación de su libro "Señales en tiempo discreto" porqué me interesaba conocer su poesía, ya que con ella ya había compartido un trozo de camino en una manifestación hace unos dos meses, cuando nos presentaron. Sabía que era de Costa Rica y que había ganado un premio. Lo que no sabía es que era el Premio Nacional de poesía de Costa Rica, que la iba a presentar Ángel Guinda y que su poemario estaba editado por Amargord, dentro de la colección Fragmentaria que dirige Luis Luna, el cual inició el acto con unas breves, pero sustanciosas palabras:
no es justo el trato que se da en España a algunos escritores hispanoamericanos porque a una poeta de esta calidad se la tendría que haber presentado en la Casa de América, pero…
A pesar de esto, muy bien presentada quedo ayer tarde Silvia, en el acogedor café Isadora del encantador barrio de Malasaña, por otro poeta de elevada bondad y dignidad poética: Ángel Guinda.
La presentación, una vez escuchados en la voz de su autora los poemas, continúo en una rica tertulia donde participó su amigo escritor Rodrigo Soto, con unas valoraciones muy acertadas sobre la poesía de Silvia, una poesía que interroga al ser humano, pero sin visibilidad del sujeto, una poesía exigente, no fácil, ni banal.
Me lo llevé todo para casa, además del poemario y me satisface no habérmelo perdido. Sobre todo, para tenderme esta mañana al sol con las señales de Silvia, al sol de un día especial como lo era hoy, 29 de Marzo, cuando los trabajadores hemos cumplido con el compromiso de defender nuestros derechos. Cambiar una jornada laboral por el encuentro directo con este tiempo discreto y desentrañar lentamente sus esencias, Elogio de la azuela, alimento para desear más el tiempo de escritura.
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